Una persona medianamente informada a través de los medios sobre el llamado conflicto palestino-israelí aceptará la idea de que lo que está ocurriendo en Oriente Medio comenzó con el ataque de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023. Nada más lejos de la realidad. Pero tampoco empezó tras el Holocausto, en contra de quienes puedan pensarlo.
Todo comenzó a finales del siglo XIX y no en Palestina, sino en el corazón de la Europa colonial, con Theodor Herzl. Este intelectual austrohúngaro de origen judío fue el fundador de la Organización Sionista, que promovió el traslado y retorno de la diáspora judía a Palestina, cuando este territorio aún pertenecía al Imperio Otomano. Su sueño era crear el Estado de Israel y murió sin verlo.
Del Imperio Otomano al control del Imperio Británico, para luego frustrar los anhelos de los habitantes palestinos, el Estado y las tierras no serían para ellos. Décadas de guerra, de ocupación, de apartheid, para que el ataque de Hamás del 7 de octubre tomase por sorpresa a casi todo el mundo, incluido al Gobierno de Benjamin Netanyahu, inmerso entonces en una crisis interna con su propia población dividida como nunca. También sorprendente fue el supuesto desconcierto dentro de los servicios secretos israelíes, el Mossad. En los meses posteriores fueron apareciendo informaciones y pruebas de que en realidad el gobierno sionista sabía más de lo que aparentaba sobre la preparación de ese ataque y de alguna forma lo propició…
Las respuestas fueron como eran de esperar: la Unión Europea y Estados Unidos alegando el derecho de Israel a defenderse, por ello la Franja de Gaza está siendo bombardeada sin tregua durante todo un año, con todos sus habitantes dentro. El recuento oficial de víctimas en estos 12 meses superan los 42.000, más de 17.000 menores asesinados, miles de desaparecidos bajos los escombros… Hace unos meses la prestigiosa revista médica estadounidense The Lancet elevó esas cifras a 180.000 personas asesinadas en Gaza, y sigue el genocidio.
En este año hemos vista la crueldad del gobierno de Netayanhu jugando con la exhausta población de Gaza, siendo obligada a continuos desplazamientos ordenados por el Ejército de Ocupación y buscando un lugar seguro, algo que en las primeros días de ataques se vio totalmente inútil, no ha habido ni hay un lugar seguro en toda la Franja. Hemos asistido, ante la inacción de la comunidad internacional (salvo honrosas excepciones) a bombardeos de escuelas, hospitales, mezquitas, iglesias, por supuesto la inmensa mayoría de los hogares y las improvisadas y precarias tiendas de campaña. Lugares en los que la población desesperadamente intenta refugiarse. Lo ha repetido hasta el agotamiento UNRWA, UNICEF, Médicos sin Fronteras, Save the Children los habitantes de Gaza: no hay lugar seguro en toda la Franja.
Hemos visto cómo Israel bloquea la entrada de suministros para la población de Gaza, alimentos, agua, medicamentos, combustible, matando de hambre, enfermedades y falta de asistencia médica; amputaciones y operaciones quirúrgicas sin ningún tipo de anestesia ni posible tratamiento posterior. Hemos visto cómo son objetivo los periodistas, el personal médico y sanitario, personal de Naciones Unidas, cooperantes internacionales…; se cuentan por cientos los asesinados en estos grupos.
No olvidar, 17 años de bloqueo previo
En estos meses muchas personas han conocido la realidad del bloqueo por parte de Israel, un bloqueo que llevó a una situación extrema a la Franja durante 17 años y que estos ataques han dejado al descubierto su crueldad. En otras “guerras” (esto no es una guerra sino un genocidio) la población suele tener alguna posibilidad de huida, aquí no, el bloqueo impide abandonar la Franja.
En 2007, año en el que Hamás ganó las elecciones en la Franja, Israel impuso un férreo e inhumano bloqueo: cerró el paso, por tierra, mar y aire, a las personas y también a las mercancías, aislando literalmente a los más de dos millones de seres humanos que habitan Gaza, un castigo colectivo contrario al Derecho Internacional y que viola la IV Convención de Ginebra. Desde entonces, la población fue atacada a diario, con tres operaciones de bombardeos masivos ocurridos en 2008-2009, 2012 y 2014.
En 2012, Naciones Unidas publicó un informe alertando de la situación de crisis humanitaria que sufría Gaza como consecuencia del bloqueo y alertaba de que en 2020 este lugar sería inhabitable, pero el mundo miró a otro lado y el bloqueo se mantuvo.
Antes de octubre de 2023 esta era la realidad de una Gaza bajo bloqueo: más de la mitad de la población de Gaza era menor de edad, a quienes se les ha negado el derecho a un futuro digno y en paz. Cerca del 60% vivía en la pobreza, el 97% del agua no era apta para el consumo, el 80% dependía de la ayuda internacional para subsistir, el desempleo alcanzaba al 70%… y se puede seguir con un largo etcétera de datos inhumanos. Sin olvidar que el 70% de la población es refugiada o desplazada desde 1948, incluidos sus descendientes, a quienes Naciones Unidas reconoce su derecho al retorno a las tierras de las que fueron expulsados por los israelíes y a la devolución o restitución de sus propiedades.
Los agricultores y los pescadores eran atacados a diario mientras realizan sus labores. La Franja sufría cortes de luz. La única central eléctrica fue bombardeada en 2014, por lo que las restricciones eran continuas y suponían tan solo entre dos y cuatro horas de electricidad diarias. Esto contribuyó al colapso hospitalario y del sistema de salud que afectaba a las unidades de neonatos, quirófanos, diálisis… Hospitales que carecían desde hace años de material médico básico como gasas, analgésicos o antibióticos. Las aguas residuales no podían ser depuradas por esa misma falta de suministro eléctrico y eran vertidas directamente al mar sin tratamiento alguno. A ese Mediterráneo donde buscaban alimento los pescadores en una millas náuticas limitadas, también por el bloqueo.
Cuando en 2018 se organizaron las Marchas del Retorno, manifestaciones pacíficas frente a la valla que encierra a Gaza por el norte, Israel apostó tiradores de élite que disparaban contra la población civil indefensa. En el primer año de esas marchas, que se celebraban cada viernes, hubo un saldo de 195 personas palestinas asesinadas, 41 de ellas menores, y cerca de 29.000 heridas. Esta es la población que ahora, una vez más, vive bajo el terror de las bombas en Gaza.
Cisjordania
En Cisjordania, la otra parte del territorio dividido de Palestina, la población vive bajo un régimen de apartheid. Asesinatos a diario por disparos del Ejército de ocupación israelí, sobre todo jóvenes por tiros en la cabeza. Incursiones militares y bombardeos en campos de refugiados que siembran de horror y muerte localidades como Yenín o Nablus, y que han destrozado carreteras, viviendas e infraestructuras públicas. Detenciones arbitrarias, cientos de personas encarceladas, menores y mujeres incluidas. Cisjordania está cercada por un muro de más 700 kilómetros que cicatriza el territorio, pese a haber sido declarado ilegal en 2004 por el Tribunal de la Haya, por lo que obligó a desmantelarlo.
Asentamientos declarados ilegales por Naciones Unidas donde viven alrededor de 750.000 colonos, que atacan a la población palestina, sus propiedades, cosechas y rebaños, aumentan cada día envalentonados por el Gobierno de Netanyahu que ha repartido armas entre esos colonos, ante la inacción internacional. Puestos de control, cierre de territorio, habituales restricciones al movimiento de la población, una incesante destrucción de viviendas. Las violaciones de los derechos humanos no tienen fin.
Tras años de arduo trabajo por parte del Centro Palestino de Derechos Humanos (PCHR), la Corte Penal Internacional (CPI) anunció en 2021 la apertura de una investigación por crímenes de guerra cometidos en Palestina desde 2014. Fue un halo de esperanza bajo la creencia de que por fin comenzaría a hacerse justicia, pero cayó en un interesado olvido. Los palestinos y palestinas de Cisjordania viven bajo ocupación desde 1967, tras la Guerra de los Seis Días, algo que parece no está en la memoria colectiva de nuestros gobiernos.
Otro halo esperanza, quizás mayor y que nos hizo emocionarnos a millones de personas, ha sido la demanda contra Israel por genocidio presentada por Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya en diciembre del pasado año. Una demanda a la que se unieron unos pocos países en un principio, habiendo un tímido goteo de otros, pero no respaldada por aquellos países con peso en la escena internacional.
La demanda solicitó a la Corte Internacional de Justicia que ordenase medidas provisionales para obligar a Israel a un alto al fuego en la Franja de Gaza, permitir la entrada de suministros y una rendición de cuentas.
Hasta la fecha Israel ha hecho casi omiso pese a que las decisiones de este Tribunal son vinculantes para los Estados miembros de las Naciones Unidas, a las que pertenece Israel. Sin embargo, la CIJ carece de medios y de fuerza policial para hacer cumplir realmente sus sentencias e Israel lo sabe. Además, y sobre todo, Israel cuenta con el respaldo incondicional de Estados Unidos, Canadá, Australia, de una Unión Europea que mantiene el acuerdo de asociación UE-Israel pese a que el artículo 2 de dicho acuerdo lo condiciona al respeto a los derechos humanos… Respaldo que se concreta en la compraventa de armamento y la nula imposición de sanciones…
En este año hemos asistido a los desesperados intentos del Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, de imponer un alto al fuego, encontrándose ante el muro del derecho a veto de algunos países.
Israel no sólo no ha detenido los ataques sobre Gaza y Cisjordania como hemos visto sino que los ha incrementado y extendido a Siria, Yemen y especialmente en este mes de septiembre a Líbano, en un intento de extender la guerra a toda la zona en el delirio asesino sionista.
De la ocupación, el bloqueo y la limpieza étnica que comenzó en 1947, meses antes de la creación del Estado de Israel, la Nakba, vienen estos lodos. Y aquí están las verdaderas raíces de la injusticia que sufre Palestina.
Mientras nuestros gobiernos sigan repitiendo el mantra del derecho de Israel a defenderse, un insulto a la dignidad del pueblo palestino y gasolina para el ocupante, se seguirán ignorando los crímenes y la vulneración de los derechos humanos a diario por parte de Israel y no parará este genocidio.
Mientras nuestros gobiernos sigan concediendo total impunidad a los crímenes de Israel, mientras nuestros gobiernos sigan respaldando con su inacción y silencio cómplice del sistema de apartheid, Palestina seguirá resistiendo.
Mientras no se reviertan las tremendas injusticias cometidas contra el pueblo palestino desde 1948, mientras la mentalidad colonial no sea desterrada, no habrá paz.
Sandra Barrilaro, fotógrafa, editora y activista por los derechos humanos de la población palestina. Coautora del libro Contra el olvido una memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba, 1889-1948, y autora de varios artículos sobre Palestina y del álbum infantil Bajo las estrellas, Kókinos, 2001. En este ocasión nos trae el siguiente articulo en el narra el inicio del conflicto entre Israel- Hamás y con ello los sucesos que lo envuelven.