Esta es una entrevista realizada a Julio Más Alcaraz sobre la lectura de «Si he de morir» de Refaat Alareer en voz de 100 poetas en Madrid, España.
En el interior del Museo Reina Sofía, Madrid, España, nos encontramos con el icónico cuadro de Pablo Picasso, La Guernica, pintado entre los meses de mayo y junio de 1937. Obra que evoca el trágico y deshumanizado bombardeo ocurrido el 26 de abril de 1937, durante la Guerra Civil Española. En el mismo mes de junio, pero 87 años después, un grupo de 100 poetas se reunió a las afueras de dicho museo para leer al unísono el poema Si he de morir del poeta Refaat Alareer. Entre los poetas destacados, se contó con la participación de Rosana Acquaroni, Juan Carlos Mestre, María Ángeles Pérez López, Francisco Caro, Paco Moral, Manuela Temporelli, Antonio Crespo Massie, Raúl Nieto de la Torre y Javier Gil Martín.
Refaat Alareer fue asesinado el 6 de diciembre de 2023, a la edad de 44 años, junto a su hermano, su hermana y cuatro de sus sobrinos, en un ataque del ejército israelí. Días antes, publicó en Twitter su ya famoso poema If I Must Die. Refaat escribía en inglés con el propósito de llegar al mundo y educar a la gente sobre Palestina. Lo que no predijo fue que su muerte sería fuente de fecundidad, no solo porque su obra se ha vuelto viral en las redes sociales, sino también por la enorme cantidad de traducciones a distintos idiomas.
Pero ¿qué hacer como poetas frente a la incomprensible actitud deshumanizante de quienes buscan silenciar el grito de los desdichados, que claman sin sentirse oídos por un dios cegado por las estelas de las bombas, alejándolos de su consuelo? ¿Qué hacer ante un ser humano que hipoteca su corazón, transformándolo en piedra, para complacer a un mundo cada vez más dividido en posiciones ideológicas, que nos separan en adjetivos calificativos, imponiéndose sobre el sustantivo ‘persona’, hundiéndola en los escombros de edificios caídos y ocultando el llanto más aterrador de todos: el de los niños? ¿Qué hacer frente a tanta barbarie? ¿Qué hacer cuando la palabra escrita y la palabra dicha han sido arrancadas de las manos y los labios de su autor? Ser multitud, porque, al puro estilo de Walt Whitman, I am large, I contain multitudes; somos extensos y somos multitudes, somos una comunidad donde los versos son de todos nosotros, porque nuestro oficio es escribir como si nada nos perteneciera. No buscamos dominar el lenguaje, sino que la experiencia humana, en especial la del dolor, se vea compensada con nuevos significados más humanos, con nuevas realidades que, a través de una construcción comunitaria, generen una alternativa al lenguaje dominante de la guerra, la destrucción, la humillación y la barbarie del hombre contra el hombre.
No, no han podido quitarle la palabra a Refaat Alareer, no han podido callarlo, porque su Si he de morir no solo lo mantiene con vida, sino que nos ha dotado de más vida, ha dado más realidad a la realidad generada de nuestros versos, y ha otorgado nuevos y más profundos significados a las palabras.
El cineasta y poeta Julio Más Alcaraz fue quien tomó la iniciativa y dio forma a esta multitud, convocándonos el 16 de junio a las 11:00 de la mañana en el exterior del Museo Reina Sofía para leer al unísono Si he de morir. Una sensación de caricia se dilataba en el ambiente; durante los 54 segundos que duró la lectura del poema, éramos, de alguna manera, esa mano que sacudía el polvo de los edificios caídos y de las bombas, permitiendo al amor que volviera a posar su mirada en este pueblo sufrido. Éramos los versos hechos prójimo, éramos piel de abrazos, refugio de los oprimidos. Éramos, por tanto, una presencia.
Muy buenas, Julio. Cuéntanos, ¿qué te ha llevado a organizar un acto de memoria al poeta y activista palestino Refaat Alareer a las afueras del Museo Reina Sofía en Madrid reuniendo a más de 100 poetas que han leído al unísono el poema “Si he de morir”?
La motivación principal para organizar el acto en memoria de Refaat Alareer fue tanto una cuestión de justicia poética como de conciencia. Refaat, como escritor y activista, fue una voz crucial para visibilizar el sufrimiento del pueblo palestino. Su muerte fue, además, un símbolo del dolor insoportable de un pueblo y de por qué merece el calificativo de genocidio. Es importante recordar que en el ataque en el que muere Refaat también muere su hermano, su hermana y cuatro de sus sobrinos. Refaat acababa de escribir «Si he de morir» en el que pasaba el testigo de su voz a su hija Shaima en el que caso de que él falleciera. Al cabo de unos meses el ejército israelí mató también a Shaima, al hijo recién nacido de Shaima y a su yerno. Esa violencia tan ciega, tan fascista en su ejecución, tan profundamente antijudía y en su falta de respeto a los textos sagrados, no puede dejar de ser contestada y recordada.
Reunir a más de 100 poetas para leer al unísono «Si he de morir» fue un acto de solidaridad para dar voz a quién fue asesinado por dar voz a su pueblo. Además, hacerlo a las afueras del Museo Reina Sofía añadió una carga cultural importante, porque pudimos conectar la memoria histórica reciente con el arte y la poesía como vehículos para la reflexión y el cambio social.
Además, unos meses antes habíamos realizado un maratón poético en el que intervinieron más de 40 ciudades y más de mil poetas, y en donde se repartió un díptico con el poema de Refaat. Creo que el homenaje a él era muy merecido, y en realidad es el homenaje a todo un pueblo.
En la lectura posterior se incluyeron poemas de varios poetas palestinos, como Suheir Hammad, Yabra Ibrahim Yabra, Fadwa Tuqan, entre otros. ¿Qué papel crees que juega el lenguaje poético dentro de un territorio bélico? Si es que tiene alguna utilidad, ¿qué impacto puede tener la poesía escrita en zonas de guerra en contextos alejados de esa realidad, como lo que ocurre en Gaza?
El lenguaje poético en un contexto bélico es una herramienta de resistencia y de humanización. Donde las armas intentan borrar la vida y la memoria, la poesía se convierte en un refugio de lo humano, una forma de preservar la dignidad, la conciencia y el espíritu. En lugares como Gaza, la poesía puede servir para mantener viva la identidad y esa memoria que luego será parte de la historia, incluso en medio de la devastación. Al llevar esos poemas a otros contextos, fuera de la realidad bélica, como Madrid, se logra que la experiencia del sufrimiento y la lucha de un pueblo no quede confinada a su territorio, sino que conecte con una conciencia global, sensibilizando a otras audiencias sobre la urgencia de esas realidades.
En el contexto de esta entrevista, tu poema “Un niño al que miro mientras huyo” adquiere un significado muy potente (forma parte, de hecho, de “Ritual del laberinto”, un libro en sí atravesado por la experiencia bélica, en concreto la de la guerra civil española). Los primeros versos dicen así: Las alas de los ángeles son ya ramas secas de árbol y los/ huérfanos buscan impacientes el dibujo de una madre, y sigue con: El más pequeño encuentra una madre dibujada en el suelo/ y se tumba a su lado. / Ni la lluvia puede borrarla. Este poema estremece profundamente si lo leemos a la luz de los sucesos en Gaza. ¿Qué piensas sobre el papel del poema como un objeto capaz de generar, en medio de la multiplicidad de significados, un lenguaje común más humano en un mundo cargado de narrativas deshumanizantes?
El poema «Un niño al que miro mientras huyo» tiene un significado universal y atemporal en su conexión con el sufrimiento infantil y la guerra, aunque inicialmente fue escrito pensando en la Guerra Civil española. Al leerlo en el contexto de Gaza, lo que intento transmitir es que, a través de la poesía, se pueden generar nexos que unen el sufrimiento humano en espacios y tiempos diversos. Este tipo de poemas invita a sentir el dolor del otro y, aunque los contextos varíen, el acto de crear imágenes poéticas que evocan la pérdida y la esperanza es una forma de combatir las narrativas deshumanizantes que a menudo predominan en situaciones bélicas. La poesía tiene el poder de restituir algo de humanidad en un mundo que parece empeñado en lo contrario.
Además del acto en sí, con el recitado multitudinario al unísono del poema de Refaat, en este tipo de iniciativa es fundamental también el alcance posterior, que en este caso tuvo que ver con la difusión del material audiovisual, tanto del recitado múltiple como del recitado posterior de los otros poetas palestino. Cuéntanos cómo crees que ha sido ese alcance y cómo se relaciona en este caso en particular con tu trabajo como realizador audiovisual además de poeta.
La difusión del material audiovisual es clave en iniciativas como esta. En un mundo tan interconectado, el alcance no se limita a quienes estuvieron físicamente presentes, sino que se expande a través de las redes sociales y otras plataformas digitales. Como realizador audiovisual y poeta, mi objetivo es que este tipo de actos no se queden solo en un momento, sino que resuenen más allá. Cada imagen, cada fragmento de los recitados, puede llegar a miles de personas, tocando sensibilidades y fomentando la empatía. La poesía y el audiovisual, en conjunto, tienen la capacidad de romper el silencio mediático que sufre el genocidio y llevar un mensaje de resistencia y humanidad a audiencias muy amplias.
SI HE DE MORIR
Si he de morir,
tú has de vivir
para contar mi historia,
para vender mis cosas,
para comprar un trozo de tela
y unas cuerdas,
(hazla blanca con una larga cola)
de manera que un niño, en algún lugar de Gaza,
mientras se refleja el cielo en sus ojos,
espere a su padre, que partió en un fulgor —
y no se despidió de nadie,
ni siquiera de su carne,
ni siquiera de sí mismo —
vea la cometa, la cometa que me hiciste, volando allá arriba
y piense por un momento que allí hay un ángel
que restituye el amor.
Si he de morir,
que traiga esperanza,
que sea un relato.
Julio Mas Alcaraz es poeta, cineasta y traductor. Como poeta publicó “Cría del ser humano” (2005), “El niño que bebió agua de brújula” (2011, Calambur), libro que fue seleccionado por El Cultural del diario El Mundo como uno de los cinco mejores libros de poesía del año. En 2021 publicó “Ritual del laberinto” (Bartleby), libro finalista del Premio de la Crítica Nacional y del premio de la Crítica Valenciana. Ha sido traducido al inglés, francés y árabe. Como cineasta tiene más de cincuenta premios internacionales en algunos de los festivales más prestigiosos del mundo.