RAMALA — En una sala impregnada de tensión y silencios calculados, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, se dirigió al Consejo Central Palestino con un mensaje tan inesperado como contundente. Lo que muchos esperaban desde hace años finalmente ocurrió: un quiebre explícito con Hamas y una propuesta para recuperar el rumbo político palestino desde el corazón de Ramala.
“Hamas le ha dado a la ocupación criminal excusas para cometer sus crímenes en Gaza”, dijo Abbas con voz firme, sin elevar el tono pero con una claridad que atravesó la sala. “La más destacada de esas excusas es la retención de rehenes.”
Las palabras de Abbas no fueron solo una crítica interna; fueron una estrategia consciente para redefinir el papel de la Autoridad Palestina frente a una comunidad internacional que, durante meses, ha exigido más liderazgo desde Cisjordania mientras Gaza soporta el peso de una ofensiva devastadora.
Asesores cercanos al presidente afirman que Abbas, consciente del desgaste político tras años de estancamiento, decidió adoptar un nuevo rumbo: desmarcarse de las decisiones unilaterales de Hamas y presentarse como un interlocutor serio ante los actores globales que, cada vez más, reconocen la tragedia humanitaria en Gaza sin perder de vista la raíz del conflicto: la ocupación prolongada, el bloqueo y la falta de autodeterminación del pueblo palestino.
“Gaza debe volver a la legitimidad palestina”, subrayó Abbas. “La Autoridad Palestina es la única representante legítima del pueblo palestino.”
Las declaraciones no tardaron en provocar reacciones. Hamas, en un comunicado difundido horas después, calificó el discurso de “insultante”, acusando a Abbas de “ceder ante la narrativa del ocupante”. Sin embargo, entre bastidores, varios diplomáticos europeos y observadores regionales admitieron que el movimiento del presidente palestino podría ser el primer paso necesario hacia una reconciliación palestina interna que permita un frente más unificado ante las presiones externas.
El conflicto en Gaza ha dejado miles de muertos y heridos, la mayoría civiles, mientras las condiciones humanitarias empeoran día a día. En este contexto, la comunidad internacional ha comenzado a mirar nuevamente a la Autoridad Palestina como una posible vía de salida, una estructura institucional que —con todos sus defectos— aún mantiene legitimidad y relaciones diplomáticas clave.
Abbas no solo habló para su pueblo. Habló también para Bruselas, para El Cairo, para Washington, y sí, incluso para Tel Aviv. Pero sobre todo, habló como un líder que, en medio de la tragedia, aún cree que el pueblo palestino merece representación, unidad y soberanía.
La historia juzgará si este momento fue una inflexión o un último intento. Pero lo que está claro es que Mahmoud Abbas, esta vez, no se quedó en silencio. Y en Palestina, donde cada palabra pesa como piedra, eso ya es una declaración en sí misma.
